martes, 4 de septiembre de 2012

Sueños ocasionales 2

Sin saber porque, corría entre los campos de maíz, el sol aún no se asomaba y yo tampoco deseaba que lo hiciese, tenía mucho miedo, pero también mucha valentía y en aquel momento ya no me lamentaba. Me seguía de cerca en la oscuridad un automóvil, tratando de ver mi sombra moverse, pero las plantas de maíz amontonadas eran tan, o un poco más altas que yo, me aterraba de mi sentimiento de libertad, aunque era perseguida, al tiempo era libre, y eso me hacía feliz aún en la incertidumbre de saber que el sol pronto saldría y no sería tan sencillo esconderme entre la niebla y la sombra.
Después de un momento mi miedo ya no era nada, y corría más por el gusto de saber que de alguna manera yo podía observar el rostro de quienes me seguían y ellos no lo disfrutaban tanto como yo. Los campos de maíz se acabaron y me encontré un pequeño espacio que se acercaba a una lámpara, parecía ser el fin, no pasaría por allí sin ser vista y ellos lo sabían. El auto se detuvo y yo atrás de él, tenía que ser astuta si no quería que me encontraran, pensé en dar marcha atrás, pensé en cruzar la calle para despistarlos, pero no iba a retroceder y antes de poner un pie la carretera descubrí que ellos lo habían pensado antes que yo. Me acosté en el prado, tratando de camuflarme y el "hombre" roció el prado del frente con gasolina y acto seguido le prendió fuego mientras renegaba y maldecía no encontrarme, asegurando que yo estaba allí y moriría en llamas. El odio corría por sus venas, y yo no comprendía, me limitaba a huir como siempre quise hacerlo, yo no permitiría que me atrapara en ese instante. Cuando vio que no estaba allí maldijo una vez más y casi se daba por vencido, pero el no había contado con que la luz del fuego podría delatarme, y yo trataba de arrastrarme a rincones donde la luz no alcanzara, justo antes irse lo entendió y contradiciendo ese pensamiento, con una pequeña linterna empezó a alumbrar la hierva que se encontraba cerca a mi.
De nuevo el miedo me acompañaba, pero la valentía y la adrenalina hacían que no me rindiera, me levante muy lentamente y pisando con cuidado llegué a la pared, me recosté y me quedé muy quieta. Después de mover la linterna para aquí y para allá y no encontrar nada, subió al auto y mientras lo encendía corrí tras de él y me subí en la parte de atrás, contando con la suerte de que el vidrio era totalmente negro y no me vería. Para mi fortuna el auto no iba rápido pero mis manos empezaron a cansarse y mis pies a resbalarse, sentía varios sentimientos, libertad, miedo, felicidad, pero el más fuerte era aquel que aseguraba que no soportaría más allí. Cerré mis ojos y sentí el viento en mi cara, de repente el auto se detuvo una vez más. Abrí mis ojos rápidamente y nos encontrábamos en un almacén. El “hombre” se bajaba del auto y se dirigía a donde yo estaba, salté rápidamente, rodeé el auto llegando así a la puerta del conductor mientras él pasaba cerca a la puerta trasera del lado derecho. La llave estaba puesta, y me generó tanta emoción que olvidé que debía ser cuidadosa y actuar en silencio. Abrí la puerta, entré al auto y la cerré rápidamente, pensando que era mi triunfo, pero el “hombre” volteó a verme y con fuerza intentó entrar al auto, yo ya había cerrado las puertas con seguro e intentaba arrancar. Había una razón por la cual se había estacionado, el auto estaba averiado. El “hombre” se paró al lado a esperar que yo saliera, o que el sol apareciera, pero eso era algo que yo no podía permitir, con luz no había escapatoria.
“No podía haber un fin, nunca te encuentras en una situación donde no existe ninguna opción” entonces debía encontrar la manera de todo fuera oscuridad de nuevo. A lo lejos divisé una toma gigante con cables que probablemente hacían que el lugar estuviera iluminado. Era mi última opción, o me atrevía y tal vez lo lograba, o el amanecer me alcanzaría y estaría perdida. Esperé el primer descuido y salí del auto corriendo tan rápido como me era posible, desconecté los cables y todo quedó oscuro. Oí gritos de espanto y el “hombre” de nuevo maldiciendo. Corrí hacia la parte de atrás del almacén buscando algo en que huir, pero no había nada. Me adentré desesperadamente en un pasillo que “probablemente” llegaría a un sótano, eran escaleras que descendían en total oscuridad y un estrecho espacio para avanzar. Siguiendo el camino en la penumbra pude ver dos opciones, una de ellas seguía hacía abajo y la otra subía de nuevo por escaleras estrechas, elegí subir y llegue otra vez a la parte trasera del almacén, estaba dentro de un poso y mi cabeza se asomaba cuidadosamente, estaba allí de nuevo, el “hombre”, seguía maldiciendo mientras me buscaba, me agaché asegurándome de estar segura y cerré los ojos que ya no podían de cansancio.  
Cuando desperté el sol había salido y ahora alumbraba tanto como podía, aún con miedo, salí a buscar al hombre, temiendo encontrarlo y con el mi final, pero ya no estaba allí, yo…. Era libre. 

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